Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Esta obra es el fruto del sostenido interés del autor por los procesos de la creatividad humana, en particular tal como se manifiestan en las artes. Howard Gardner destaca la importancia de explorar el dominio artístico en relación con el lenguaje, y por ello estudia los componentes de la producción y el dominio artísticos desde numerosos puntos de vista: el del niño normal, el niño dotado, el niño con síntomas patológicos, el adulto normal, el adulto con lesión cerebral, el individuo procedente de un contexto cultural distinto y el del artista en la cima de su creatividad. A partir de autores como Cassirer y Langer, Goodman y Chomsky, el resultado es una reacción contra el excesivo énfasis que los psicólogos contemporáneos ponen en el aspecto cognitivo, descuidando la personalidad, las emociones y el contexto cultural en el que necesariamente se desenvuelven los procesos mentales.