Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
La novela narra las aventuras de Robinson Crusoe, un caballero inglés de York que, perdido en una isla desierta, pone todo su empeño en la supervivencia, enfrentándose a las adversidades y ejerciendo su dominio sobre la naturaleza hostil para construir desde cero su civilización, pleno de energía y optimismo. Por ello la obra pronto se convirtió en un emblema de la época escrita tras el fin de la crisis de la conciencia europea que preparó la Ilustración, Robinson Crusoe narra el nacimiento del nuevo hombre que forja de la edad contemporánea que empezaba a alborear. No sólo por el espíritu del colonialismo o por la inquietud viajera y explotadora, sino también por su dramatización de la separación radical del ser humano con Dios y el universo, el triunfo del racionalismo y la ruptura del vínculo con lo trascendente. Para el nuevo Robinson, no existe mesura ni límite posible a la capacidad del hombre para dominar su entorno, para conquistar y transformar el mundo.