Marc Slonim proporciona una admiorable introducción pqara los que se inician por los caminos de la novela, el cuento, el teato y la poesÃa rusos y un recordatorio vivificante para los viejos entusiastas de la gran riqueza de esta literatura y de sus más altos representantes.
Gustav Fechner (1801-1887), pionero de una psicofísica que buscaba establecer una correlación entre los estímulos físicos, las sensaciones y el alma, presenta en La cuestión del alma, menos una definición del alma que consideraciones sobre sus múltiples manifestaciones y la creencia que ellas inspiran. Estas manifestaciones del alma, fundamentalmente tomadas desde la sensibilidad, no son ningún privilegio de los humanos. Retomando argumentos de varios de sus libros anteriores (Nanna y Zend-Avesta principalmente), vuelve a mostrar aquí cómo las plantas sienten sin nervios, y cómo, en tanto brotan, se orientan, eligen, tienen sexualidad, se diferencian y se relacionan, tienen alma. La vida de una planta es más cercana a la de un animal despierto que la de un animal durmiente o de un embrión. Así se desenvuelven los argumentos, por analogías y diferencias. ¡Simples analogías! dirán sus adversarios; sí, meras analogías, asentirá Fechner, pero analogías cuidadosamente llevadas. Analogías ligadas a puntos de vista singulares, a cierta mirada transversal, hasta a visiones Fechner habla de cuerpos y de almas pero redistribuyéndolos hasta límites extremos en un extraño mundo de umbrales.