Elemento indispensable en la formación de toda persona culta sigue siendo hoy el conocimiento de las letras clásicas. El autor traza aquà un panorama de la literatura latina sin omitir nada esencial y dando una clara idea de las figuras y corrientes.
La voz poética que habla en este libro es la del testigo que registra cosas y hechos desde una concentrada sensibilidad. Miro la tierra alude a esa actitud de observador y también a la contribución de la mirada sobre lo visto.
En Las ruinas de México, primera parte de este libro, lo que se ve es un paisaje desolador: la capital mexicana después del terremoto de 1985. Más allá del escenario en ruinas, estos versos testimonian la impotencia humana frente a los poderes insondables de la tierra y lo hacen con una ductilidad que reclama para el verso los territorios que ha cedido a la prosa. Por extraño que parezca, Las ruinas de México es la única secuencia extensa de poemas escrita en torno de este acontecimiento.
Pero Miro la tierra en modo alguno se limita a dolerse ante la catástrofe. También alaba el milagro de estar vivos y celebra las maravillas del mundo. Cada poema de este libro colabora a trazar una conciencia en la que, sin drama pero sin docilidad, conviven lamentaciones y alabanzas, sístole y diástole de una poesía que no renuncia a mirar la tierra y, al hacerlo, vuelve a nombrarla para nosotros.