Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En un mundo donde los animales sienten nostalgia, pasiones y deseo, donde son conscientes de que pensar es existir -a la manera de los hombres-, la cacería no puede menos que ser considerada asesinato y el amor interespecie ha perdido por completo su inocencia. En medio de toda esa animalidad racional, sometida y condenada a ocupar los escaños menos privilegiados del orden social, Érik y Karla viven como se supone que lo hacen las personas, aunque a veces sus pensamientos, obras y omisiones demuestren que la gente suele ser más despiadada que las bestias. Como sucede en las mejores fábulas, los animales de La cacería se vuelven un espejo de la sociedad contemporánea, pero un espejo mágico que refleja con un brillo deslumbrante todo eso que normalmente no podemos o no queremos ver.