Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Si en su Discurso sobre las ciencias y las artes (1750) y en su Discurso sobre el origen de la desigualdad (1755) publicados en un solo volumen en esta colección Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) fue sentando las bases de su pensamiento filosófico y social, el trabajo fundamental que acabó alumbrando el autor en el campo del pensamiento político fue Del Contrato social, publicado en 1762. Esta obra, en la que toman cuerpo las inquietudes políticas y la fe en la razón de la corriente ilustrada, puede considerarse la fundadora del derecho político. Su análisis teórico de la soberanía de los Estados como producto de la voluntad general se fundamenta en un contrato por el que el individuo enajena su libertad natural a cambio de convertirse en ciudadano, recibir los derechos inalienables de igualdad jurídica e igualdad moral, y asegurar la libertad de todos los miembros de la sociedad. Del Contrato social es uno de los textos capitales para entender el nacimiento de las sociedades modernas.
Traducción y prólogo de Mauro Armiño