Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Bajo el título general de La linterna mágica y ocultándose apenas bajo el transparente seudónimo de Facundo, publicó José T. de Cuéllar sus novelas de costumbres mexicanas. Sobre las características y los propósitos de esa serie algo hemos dicho en el prólogo del volumen de esta Colección donde reunimos Ensalada de pollos y Baile y cochino. A él remitimos al lector interesado. Inmediatamente después de estas dos novelas, Cuéllar dió a las prensas su Historia de Chucho el Ninfo, que alcanzó bien pronto una gran popularidad, que ha conservado hasta nuestros días. Esta novela pinta la vida del niño a quien su madre mima y regala más de lo que conviene a una sabia y bien orientada educación, del niño cuyos caprichos, por absurdos o costosos que sean, siempre son satisfechos. Su madre lo adora con un amor ciego; lo adora por hermoso, por su cutis blanco, por su pelo rubio, porque es hijo de un joven acomodado con quien ella vivió una inolvidable aventura de amor una noche de tamalada y de luna. Su madre era nos dice Cuéllar casi tan consentidora y tolerante como la patria.