Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Rumiantes y fieras persevera y amplía a la vez los temas y tonos más propios de la poesía de Antonio Deltoro. Ya el binomio del título, formado por términos hasta cierto punto opuestos, anuncia un conflictivo juego de contradicciones que afecta a todos los niveles de la existencia, tanto físicos como morales. Así, este conjunto de poemas, sin dejar de ser fiel a la compleja intimidad de su autor, oscila entre el microcosmo y el macrocosmo, el mundo doméstico y el salvaje, el abandono de un contemplativo y la actitud incisiva de un penetrante observador, la apariencia inofensiva y la implacable realidad de la naturaleza, en cuya virtiginosa cadena de vidas y muertes, todos los seres-por ínfimos o enormes que sean- resultan victimas o verdugos de alguien. Ante este inevitable panorama, los fluctuantes versos de arte menor- con su aguilidad escurridiza, donde rasagos líricos se unen a los narrativos, la imagén a la anécdota- favorecen la visión dinámica, abierta e inconformista de esta poesía, que siempre trata de ponerse en el lugar del otro, lo animado y lo inanimado, a veces para deshumanizarse.Antonio Deltoro, que"quisiera fundar una religión de agradecidos", reconcilia en su espirítu credor la cordialidad machadiana y la abismada lucidez de Octovio Paz, hasta componer una de las obras más hondas y personales de las últimas décadas.