Al escribir Kubla Khan, Julián Herbert se conectó con una rancia tradición, la enriqueció y la supo aligerar; el rico mestizaje de su poesía guarda en el mismo bolsillo el legendario poema de Coleridge y aquella famosa canción de Olivia Newton John: Xanadú. No hay por qué divorciar al Ateneo de la carpa, a Octavio Paz de Cri-Cri. Y el poeta se ríe como un demiurgo. No se crea que estamos ante una poesía trivializante: Herbert admira a los abuelos civilizadores, por eso los tutea con desenfado. Y Herbert, también, se sabe poner serio a la hora del salto mortal. Es un poeta natural, con diversos y logrados registros, que tira de la rienda de su sintaxis para luego soltarla con seguridad. En las páginas de Kubla Khan el lector irá del amor a la guerra, de la tristeza a la risa loca, de la erudición a las telenovelas, todo sobre el lomo de una poesía vigorosa y ágil, que no teme desbocarse y aprieta el paso. La voz de Julián Herbert es una de las más vivificantes de las nuevas promociones de poetas mexicanos y habla con elocuencia del momento en que se halla una vertiente de la poesía joven, de sus búsquedas y hallazgos, del contexto cultural del que se nutre.Borges sostuvo que soñar con la edificación del palacio de Kubla Khan tal vez sea una recurrencia ancestral, la paulatina aparición de un arquetipo que aún no comprendemos del todo. Este libro podría ser un nuevo eslabón de esa cadena.