Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
Receurdos de El Chamberín, un extenso e infrecuente poema sobre tema charro, es en realidad una suerte de preludio y coda de la gran novela mexicana que Luis G. Inclán (1816-1875) abordó en las páginas de Astucia, su única novela. Resuelta en décimas -"abominables", en opinión del historiador Carlos González Peña, o la menos no más que los versos de Martín Fierro, a juicio de Salvador Novo, esta pieza es una sentida e informada epopeya, digna de atención por venír de quien viene. A su modo, recupera varios momentos culminantes de la intensa vida en el campo mexicano -una vida en buena medida desconcertante, aun en el siglo XIX, a los ojos de alguien más bien ya hecho a las costumbres de la ciudad, como José Joaquín Fernández de Lizardi-, y redondea el enigmático perfil de un autor como Inclán, quien conoció como pocos los tiempos y las atmósferas del campo nacional.