Ensayos de homenaje en el primer centenario del nacimiento del filósofo español, que abordan diversos aspectos de la obra de Ortega. Los cuatro trabajos dibujan con rigor algunos de los horizontes centrales del quehacer filosófico hispánico en el mundo actual.
Las peculiaridades que representan algunos personajes clásicos de la literatura rusa van de lo sublime a lo grotesco, de lo excéntrico a lo noble, de la redención a la autocondena. Goncharov tardó diez años en completar la historia de un indolente terrateniente ruso, exánime, indeciso y apático, cuya relación con su criado Zajar gira en todo a la inmovilidad antagónica entre amo y sirviente. Con Oblómov, Iván A. Goncharov perfiló una figura paradigmática de la modernidad: de del individuo incapaz de acercarse mínimamente a la felicidad, ya sea por indiferencia o por el simple terror que le tiene al mundo. En oposición al sujeto pasmado por su propia impotencia, aparece Stolz, hombre para el que la inacción es impensable y que es el único amigo de Oblómov. Si bien Stolz procura que Oblómov salga de las cuatro paredes de la inactividad, e incluso lo ayuda a conocer el amor, que llega a darle impulsos vitales por un momento, la indolencia regirá la vida de éste hasta el final. Oblómov, novela seminal, puede leerse desde varios ángulos: el psicológico, el literario y el social. El protagonista se convertirá en arquetipo del tedio justamente porque encarna uno de los caracteres más emblemáticos del siglo XIX. Para Tolstói, Oblómov fue simplemente una obra maestra.