Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
Entre los adjetivos que se han derivado de un nombre, no parece el menos recurrido, como una certeza, el de maquiavélico, que importa una ambigüedad que acaso alude a cierta astucia, a una forma de malignidad y a una perversidad intrigante. Sin embargo, incluso para aquellos que frecuentan sus escritos, Nicolo di Bernardo di Machiavelli, Nicolás Maquiavelo, no puede dejar de ser una conjetura: para algunos se reduce al autor de El príncipe, defensor de la mentira, la violencia y la simulación; para otros, es el de los Discursos, que creía en las leyes, la participación pública, la república. Pero es también el autor de La Mandragora, una obra acerca de las pasiones humanas.