Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Este es un libro de reconocimientos. De micro homenajes a mis amigos y compañeros, a creaciones y trayectorias, a personajes ejemplares en situaciones críticas. En una época marcada por la maledicencia y un agrio humor público no está de más recordar las obras conocidas o no, cercanas o lejanas que han coadyuvado a hacer mejor la vida. Vivimos un momento crispado, no proclive al reconocimiento de los otros. Un país marcado por sucesivos actos de corrupción que quedan impunes, por una nube de violencia que deja una cauda de muertos, desaparecidos, familias quebradas, sumado a una economía que no le ofrece un horizonte productivo a millones de jóvenes, más nuestras ancestrales desigualdades que impiden referirse a un México medianamente integrado, son el caldo de cultivo de un humor social desencantado, colérico, tenso y en muchas ocasiones cínico. Pareciera que en esa situación no hay espacio para los agradecimientos, para los recuerdos gratificantes, para registrar que el transcurso de las vidas seguramente hubo y hay personas y obras que las han hecho más placenteras, ofreciendo la existencia.