Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Este trabajo es el registro de una obra cuya importancia crece al darse en tiempos aciagos para la cultura urbana edificada: la obra a la que se refiere es un extenso poema esculpido, dibujado, escrito, dicho en voz alta y vuelto un lugar habitable por Fernando González Gortázar en su producción de arquitectura y de arte urbano, así como de ambientalista, tres materias rara vez cultivada por una misma persona en estos tiempos en que las especialidades son consideradas como pasaportes al éxito. También en muy contadas ocasiones estas materias han logrado estar presentes, simultáneamente, en un libro de arte.Los temas y las creaciones que presenta este libro provienen del empeño unificador (más bien podría decirse integrador), llevado a cabo por un solo artista con enorme congruencia y consistencia conceptuales, lo cual aunque inusitado resulta conveniente en un mundo en el que todavía no se habla de integración, sino apenas de globalización, lo que por desgracia anuncia, en el panorama mundial, un nuevo totalitarismo no la deseable integración.Fernando González Gortázar es un misionero laico de la unión del hombre con el medio ambiente: su misión la cumple el arte público al producir urbanismo ambiental, arquitectura y escultura urbana: su capacidad para integrar radicar en el carácter constructivo que en todas sus expresiones y acepciones le da a sus trabajos de profesión, a los cuales hay que sumar tareas de intelectual y de luchador social que en conjunto son su confesión de fe.