Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
La princesa Casamassima constituye, junto con Las bostonianas y La musa trágica, la parte central de un tríptico novelesco que James dedicó a cuestiones sociales. De estas tres obras, La princesa Casamassima es la que tiene un tema más audaz, como para sobresaltar a los habituales lectores del novelista: una historia centrada en las clases bajas londinenses, de conjurados que quieren subvertir el orden establecido a través de la violencia. Hyacint Robinson, un modesto encuadernador del Soho londinense, participa de una conjura revolucionaria, y conoce a una princesa napolitana de irresistible atractivo que está dispuesta a renunciar a todo para ponerse al servicio de la causa de los desheredados. A partir de esta situación se desarrolla una intriga magistral, con toda la penetración psicológica y las ambiguas sutilezas propias del escritor. Por su temática y la agudeza de sus observaciones en relación a la política, el anarquismo y el compromiso individual, esta novela no puede dejar de compararse con El agente secreto de Joseph Conrad y Demonios de Dostoievsky.