Pocas de nosotras entendemos el placer de tener mascotas que te ignoren, que llenen de pelos tus muebles, te arañen y te traten como esclava. Porque ser «la loca de los gatos» es un privilegio que no cualquiera puede darse: cuesta años de soltería, señalamientos familiares y salarios incontables destinados a croquetas y juguetes