Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
Un corazón bajo una sotana quedó ubicado entre los textos «juveniles», sin demasiado análisis, hasta 1971, fecha en que empiezan a percibirse distintos estratos y se descubre que bajo la «travesura de chiquillo» hay mucho más, por lo menos hasta tres posibles capas de lectura incrustadas en datos biográficos traspuestos, en relaciones contextuales del lenguaje y en el empleo de referencias de otros autores.
El primer plano, con su tufo de anticlericalismo y obscenidad, describe una realidad cotidiana: un ambiente estudiantil con falta de higiene, lleno de jerga sexual. En un segundo plano, el joven Rimbaud somete los clichés del movimiento romántico a una lectura erótica que los mancilla con significaciones escatológicas y obscenas. Una tercera lectura tendría una clave histórica, en función de ciertas alusiones a miembros de la familia imperial.