Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
La maestría de Henry James (1843-1916) está fuera de toda duda, en cualquiera de los dos continentes donde residió, en todos los géneros literarios que abordó fuera cual fuera la técnica o la temática, pero es en sus relatos donde el talento y la excelencia se dan más frecuente y rotundamente. James fue un gran cuentista, pero se aproximó al relato de un modo muy distinto a antecesores como Poe o Mérimée y a contemporáneos como O. Henry. Si para muchos autores el cuento era una especie de problema o enigma a solucionar, el singular abordaje de James da mucho más peso a los personajes, con sus peculiaridades, contradicciones, hasta lograr obras maestras como De Grey o El alquiler fantasmal.