México enfrenta un grave dilema: ¿su vida política se procesará bajo un formato democrático o autoritario? No es una pregunta retórica. Todos los días, diversos episodios nos lo recuerdan. Y la respuesta cabal la tendremos en meses o en pocos años. No existe un desenlace obligado. La historia está por escribirse. El país cuenta con una Constitución, leyes, instituciones, procedimientos y actores que aprecian, defienden e intentan fortalecer la vida democrática. Pero un buen número de los dichos, iniciativas y conductas autoritarias que se irradian desde la presidencia están erosionando mucho de lo construido en ese terreno y en un extremo indeseable puede desembocar en una regresión autoritaria de enormes proporciones.