La dramaturgia mexicana escrita entre 1810 y 1830 constituye un fenómeno complejo. El movimiento insurgente y la consumación de la Independencia originaron poemas, proclamas, canciones, crónicas y fábulas. Entre las manifestaciones textuales más empleadas en la época sobresalen los "diálogos". Estos dieron lugar a formas dramáticas peculiares que en plena guerra, intentaban ganar adeptos para la causa. Plazas públicas, atrios y cruces de caminos se utilizaron como escenarios para la representación de episodios y personajes vernáculos ligados a la lucha de independencia. Estas circunstancias explican la extremada verbalización de los "diálogos" y su tono doctrinario.La otra tendencia que muestra este volumen surgió al consumarse la independencia, con obras festivas de carácter culterano. No menos inmediatista y comprometido, este teatro contó con autores tan destacados como José Joaquín Fernández de Lizardi. El estudio introductorio de Jaime Chabaud Magnus observa con agudeza los procesos de esta dramaturgia, la cual "devela no sólo rasgos ideológicos de los protagonistas, sino también cómo esos rasgos y sus influencias estéticas dieron cuerpo a formas dramáticas que respondían a requerimientos expresivos muy apremiantes".