En febrero de 1875, luego de sufrir cárcel y destierro a España por su actividad en favor de la independencia de su patria, el cubano José Martí (1853-1895) arriba a México para reunirse con su familia. Acosado constantemente por la penuria económica pero dueño de un espíritu a toda prueba, Martí vive en suelo mexicano dos años cruciales para su carrera de escritor y revolucionario: cultiva amistades imperecederas, se hace de una merecida fama de buen poeta, crítico y polemista, se gana la admiración de los más prestigiados miembros del Liceo Hidalgo, enamora a bellas damiselas, entre ellas a la famosa Rosario que Manuel Acuña inmortalizara en su célebre "Nocturno", descubre y denuncia indignado la patética situación de los indígenas, hace suyos los ultrajes cometidos contra México por el arrogante gobierno vecino del Norte; factores estos dos últimos que nutrirán una de las tesis fundamentales de la ética martiana: el americanismo.A finales de 1876, el autor del Ismaelillo, de Versos sencillos y de Versos libres, por citar sólo lo mejor de su obra poética, abandona nuestras tierras para iniciar un largo periplo que lo llevará a numerosos países del continente, incluyendo Estados Unidos, donde funda en 1892 el Partido Revolucionario Cubano. Más tarde volverá a México para viajar finalmente a su añorada Cuba, se incorporará a la lucha armada y caerá, en mayo de 1895, herido de muerte en la batalla de Dos Ríos.En las páginas de Martí en México. Recuerdos de una época, el médico mexicano Alfonso Herrera Franyutti, autor de una vasta bibliografía sobre la vida y la obra del Apóstol de Cuba, nos ofrece algo más que un frío registro biográfico acerca de las vicisitudes de Martí vinculadas con nuestro país; nos entrega un relato apasionado que corresponde en intensidad a los sucesos que revive.
