Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
La murmuración, el tedio y la intriga están en el centro de esta Historia vulgar, cuya trama se desplaza con prodigiosa y conservadora en los primeros años del siglo XX. Ciudad pequeña, obstinada, ciega y orgullosa como la mayor parte de sus innumerables habitantes, a quienes atan los lazos de la tradición, la naturaleza, el vicio y el error. En esta como en sus otras novelas, Rafael Delgado (1853-1914) opera bajo la ética del escritor que de lejos parece identificarse con la escuela naturalista, para entregar un limpio relato de amor a los ojos del historiador imparcial y del cronista verídico que animan sus páginas. Historia vulgar vive en su celebración de lo perecedero, enigmático devenir de los trabajos y los días de todos y cada uno de sus personajes.