Hay una música que rasga la oscuridad en donde el hombre siente, una por una, todas las ausencias que lo han desvelado: como si bajo influjo de la luna cada rostro de la noche le diera un ser distinto, constantemente se encuentra divido entre el vacío de la sombra y el sueño de amor febril. Sediento, sólo puede entender el mundo a través del contorno de otro cuerpo, cuyo dibujo cambia de un encuentro a otro a manera de los angustiosos capítulos de una historia muda sucedida a deshora. Un lenguaje que discurre entre la melancolía y el erotismo sumerge al lector en instantes de intensa sensualidad. La añoranza por una mujer que pasa como silueta extraviada invade los versos de Un blues para el insomnio; nostálgicos de -o perdidos en-- eso mismo que describen, estos poemas dan cuenta de una sensibilidad poética que recuerda el proceder del jazz. Cada escena parece vislumbrarse en los añicos de un espejo de otro tiempo: "Naces del vuelo de la mirada y del silencio, /donde la inquietud anida, /donde el falso ruido de la espera / se acrecienta como grito de metal".Gerardo Rodríguez (ciudad de México, 1958) estudió la licenciatura en economía en el Instituto Politécnico Nacional. Ha publicado el libro de poemas Donde la noche (1996).