Hubo un tiempo no lejano en que los cines eran vastos navíos que cobijaban a los espectadores en su perpetua invitación al viaje. El autor desde ese libro fue uno de los últimos que trataron a esa raza extinta.Desde su nacimiento, el cine y sus inmediatas mitológicas han movido la pluma de numerosos escritores, la peculiaridad de estos poemas es el tonto íntimo, virilmente amoroso, con que Francisco de León se aproxima a las salas y seres, nombres y criaturas. Si el sueño es una segunda vida, como quería el romántico, el cine es una realidad más noble del otro lado del espejo, una forma de vivir el heroísmo, el gozo, o el sufrimiento de los otros.Cada poema de este libro busca y logra perpetuar el sueño interminable, la función que exige el amparo de la sombra.