La enfermedad del amor La obsesión erótica en la historia de la medicina
La enfermedad del amor es un organismo literario: un museo de anormalidades y relatos de todas las épocas, ante la figura del médico que sólo puede ver a medias la estructura lógica del problema. La enfermedad del amor, de Francisco González Crussi, se detiene en los puntos ciegos de las teorías científicas, en el remolino donde la medicina y la vida no logran diferenciarse, a la vez que conduce a una discusión sobre la naturaleza patológica de la obsesión erótica. La enfermedad del amor es, entre muchas otras cosas, un museo de aforismos sobre la dimensión erótica de nuestras vidas, y sus casi infinitos reductos hacia la humillación, el fracaso y otros tormentos, pues el amor es "el fenómeno más discutido y menos comprendido", según Diderot, "la ocupación de las gentes ociosas", de acuerdo con Diógenes, y en la versión de Platón se trata de "la enfermedad de las mentes desocupadas". La enfermedad del amor es un organismo literario poblado por grandes pensadores, arrinconados en los límites de la racionalidad: un museo de anormalidades y relatos de todas las épocas, donde se distingue el triángulo malsano conformado por los hechos del cuerpo y su contradicción con la cultura, ante la figura del médico que sólo puede ver a medias la estructura lógica del problema. Sin pasión por la denuncia o el escándalo, sin necesidad de redimir a nadie, González-Crussí contempla con ironía y serenidad los acontecimientos confusos de la historia, y los enlaza para formar una trama, sin resolución, pero terriblemente entretenida, que conduce a una discusión final acerca de la naturaleza patológica de la obsesión erótica, puesta en escena mediante el recurso de una ficción filosófica, donde los argumentos se tensan y alternan para generar una resolución coherente, pero inesperada, un estado de conciencia donde la literatura y la medicina contemplan el horizonte humano que diagnosticó,en su momento, Francisco de Quevedo: la enfermedad que crece si es curada. -Del prólogo de Jesús Ramírez-Bermúdez-
El Chato, quien narra esta historia, toma cerveza de sus experiencias desde que conoció en campaña de guerra al Güero, después llamado Juan Vargas, hombre de respeto y de poder. Las situaciones van ligando estrechamente las vidas de los dos hombres: en un principio, el pelotón; luego, la relación laboral. Una vez que el Chato sale de prisión, se convierte en la mano derecha del patrón hasta que éste pierde todo y aquél, siguiendo las enseñanzas de Joaquín, el peluquero del penal, se dedica a ese oficio. Para el Chato La vida siendo un sueño de pronto se hace pozo, profundidad de espanto, mariposa negra. La muerte, digo, sin avisar, siendo su territorio la noche, mata. Vargas muere sin haber tenido una impresión de la vida y sólo entonces el narrador se siente libre de un peso, de las sombras, del fango.
Roberto Bravo, con una prosa que atrapa desde las primeras líneas, nos transporta Al sur de la frontera, sitio en el que las pasiones humanas se desencadenan a la par que las palabras.