En la segunda mitad del siglo XVIII, el tratamiento medicinal con lagartijas llamó la atención de un sacerdote cuando una joven indígena cubierta de bubas se curó exitosamente después de ingerir unas cuantas. Usaban los indios un método bastante peculiar de administrarse el medicamento: "toman una lagartija, y con diestra ligereza la cortan la cabeza, y cola. Inmediatamente la extraen los intestinos y de un tirón les arrancan la pielezilla. En este estado, cruda, la carne, aun caliente, y en toda vitalidad posible, la mascan, y tragan con gran serenidad. De este modo se tragan una lagartija cada día. Dicen que suele bastar un, y si no, toman hasta tres: asegurando que por este medio han sanado siempre de las llagas, y las bubas, enfermedad endémica de aquel Pueblo".
Como ningún otro remedio en la historia de la Nueva España, el uso medicinal de las lagartijas se volvió objeto de investigación y conflicto, y la falta de pruebas definitivas dio origen a un álgido debate público entre tres personajes célebres en México durante las últimas dos décadas del siglo XVIII.