Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
Es una obra que la autora fraguó en el tren de San Gallen a Zúrich cuando asistía a los ensayos de Amor: muy frágil, su primera obra de teatro. Así arrancó Las decepciones, contemplando la memoria de lo que la autora fue, desmenuzando ese impulso efervescente de unos personajes --dos amigas jóvenes-- que querían ser escritoras y trataban de encontrar las claves en un taller literario siguiendo las coordenadas de un profesor que era a su vez un novelista de prestigio que creía en la enseñanza de la literatura. Los personajes de Las decepciones surgieron como un impulso de voces luminosas mientras viajaba en aquellos trenes helvéticos tan puntuales. En este texto la pregunta sobre las diferencias que hay entre escribir poesía y teatro la responde Ana Merino con toda claridad: los poemas son un nudo de angustia que brotan de una especie de vértigo que aparece entre la boca del estómago y la garganta mientras que el teatro son palabras en movimiento que la acompañan. Escribir ya no significaba un ejercicio solitario de creación, sino implicaba una filosofía de compartir las intuiciones y los borradores. Poeta, novelista y especialista en teoría y análisis del cómic, Ana Merino incursiona por segunda vez en el teatro con una obra que mezcla los anhelos de un nuevo comienzo con la esencia ilusionada de quienes quieren ser escritores.