Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
La aventura del tocador de señoras
Eduardo Mendoza
La aventura del tocador de señoras retoma las enloquecidas aventuras del innombrado
protagonista de El misterio de la cripta embrujada y El laberinto de las aceitunas, convertido
esta vez en peluquero ocasional, buscavidas incondicional y víctima de un engaño que le obliga a
investigar un asesinato para salvar su propio pellejo.
Algo más entrado en años, pero igual de estrambótico, nuestro héroe abandona definitivamente el
manicomio en el que lleva décadas confinado, con la idea de encauzar su vida. No se espera de él
que resuelva enigma alguno, pero su destino le llevará a hacerlo. Tampoco la ciudad que le aguarda
es la Barcelona cambiante de la transición o la todavía en ebullición de comienzos de los años
ochenta: nos encontramos en la resaca postolímpica, en un mundo que se ha vuelto a la vez más
turbio y más complejo, pero cuyas leyes permanecen tan inescrutables para el improvisado sabueso
como las de antaño. Sin más recursos que los que le brinda un instinto que sin él saberlo es el
propio del pícaro, ha de encararse a una malla de lianas invisibles, aunque mortíferas, que tejen un
entramado de crimen y corrupción.