El manual de Marcos Arróniz --lo que constituiría una suerte de descripción turística en nuestra época-- es un retrato fidedigno de la Ciudad de los Palacios hacia mediados del siglo xix. Una descripción, ágil y dinámica, de la gran capital, hasta el punto de que recapitula su origen y su historia, llegando al presente del autor con todo tipo de informaciones sobre sus calles, avenidas, monumentos, paseos, edificios, plazas, iglesias, sin excluir los datos económicos y demográficos indispensables que diesen una idea de aquella ciudad ya fundamentalmente neoclásica y que, sin embargo, conservaba aún sus rasgos más antiguos, con los contrastes que definían su aspecto y su esencia, siempre cambiantes. Una ciudad joven que se va transformando bajo la influencia europea y en la que, como dice el autor, desaparecen "las costumbres curiosas de un pueblo nuevo". Una obra, en fin, que habla de los usos y costumbres, de los colores locales, de lo útil y pintoresco, de aquello que conserva interés y puede refutar la malevolencia de ciertos viajeros que se han ocupado de nuestro país, comparándolo desventajosamente con el "mundo civilizado".