#sta es su casa. Una casa del mundo. Una casa de la luz. Sus habitantes son palabras, imßgenes, miradas. Hay manos que trabajan con el sol, otra con la noche. Una metßfora entra por la ventana, la inefable emoci#n de un poema. De la llave sale un canto. Un ba·l, un caracol, un lienzo. Un blanco y negro es la camisa colgada del patio.
El bast#n de Eliseo Diego sotiene la pared y el tiempo. La melena de nieve de Rafael Alberti ilumna la estancia.
El se±or X se quita el sombrero y el abrigo y juega a las cartas. En una pintura, cae la lluvia y una canci#n que no se escucha. dos ni±os juegan con una fotograf#a, presencia de la vida, creaci#n que no termina.
Los que estßn aqu#, con el aliento del sediento o del complacido, del sosiego o del cambio, de la certeza o la contradicci#n, tienen un poco o un mucho de reconocimiento y fama. Pero hay miles que tocan las puertas con sus letras y sus vidrios bajo el brazo, que no cuelgan premios en su sala. Para ellos, #sta tambien es su casa.
Una casa que despu#s de todo no estß en el Mediterrßneo.
Una casa que sue±a con todos los mares.