"No es frecuente hallarnos ante una artista que no hace más que llamarnos al silencio de la contemplación"Juan García PonceLa aseveración del crítico es pertinente porque en una sola frase perfila la naturaleza del trabajo artístico de Irma Palacios, apartada del intelectualismo propio de los adjetivos y las especulaciones. La pintura suele asociarse con motivos y emociones, siendo en primera instancia una práctica intelectualizable. Además, en tanto se trata del esfuerzo de la representación o la invención, por simbólica y abstracta que sea, pareciera que está obligada, como ejercicio creativo, a remitirnos a algo, a algún lugar, en un empeño por predicar, reconstruir o interpretar al mundo en su totalidad o en sus fragmentos.Irma Palacios (Iguala, Guerrero, 1943), más allá del aliento poético de los títulos de sus obras, elude semejante reto y, con mayor modestia, se limita a ofrecer un homenaje a la tierra. Sus cuadros, especialmente texturizados, remiten a una práctica geológica básica: la del inventario de minerales, su catalogación y explotación.Buena parte de los críticos de arte que se ha detenido en el análisis de su obra coincide en que la propuesta de Irma Palacios está vinculada en su estructura, sin importar matices estilísticos o rompimientos en su discurso plástico presentes a lo largo de más de veinte años, con la poesía y la tierra. La artista privilegia los materiales, los seduce y los domestica para que ellos sean los vehículos expresivos; renuncia así a adosarles una intención. Formas, colores, trazos y volúmenes, están allí como vestigios de un quehacer automático y espontáneo, limitándose la intervención del creador a usarlos.