Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En este libro, Estela, con un conocimiento implícito, logra exponer libremente su opinión sobre las distintas formas de crear el teatro. Pasa de la reseña a la entrevista, de la entrevista a la crítica, de ahí al ensayo para después aventurarse a estructurar sus afanes como creadora. Sin dejar de lado sus afectos, sus avenencias y desavenencias, logramos percibir su infatigable humor y el gran eco de su risa.
Ya afianzada en su experiencia como observadora profesional, en franco reto, conforma con sus textos una crítica más definida e inquietante; sus aficiones por la originalidad y el desafío en el espacio se manifiestan en sus preferencias y en exaltaciones muy señaladas. Es palpable que la irreverencia, las concepciones temáticas fuertes y las miradas que transforman el espacio la atraen sobremanera, y logra hacer un discurso coherente, lógico y sintético de las obras y coreografías que para los legos serían indescifrables.
Sólo una mirada y un entrenamiento tan agudo de la crítica pueden movernos a la discusión. Este Una mirada al teatro en México (2000-2010) tendría que ser un texto obligado no sólo para el periodismo cultural o para los que hacemos el teatro, sino una memoria viva de los que nos sentimos parte de este territorio llamado México.