Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
La sencillez de la voz que habla es estos poemas es proporcional a la terrible contundencia de lo que dicen. Guerra, violencia y muerte son temas desafiantes para la poesía, que debe servirles de modestísimo molde para que alcancen su expresión mejor. Xhevdet Bajraj la sabe bien: ha servido como sobria caja de resonancia de los trágicos acontecimientos ocurridos en Kosovo a finales de los años noventa. La sustancia de la que están hechos sus poemas obliga a verlos como testimonio del horro, de la ignominia, del vacío. Pero no el horror, ni la ignominia, ni el vacío convencionales. Los poemas de el tamaño del dolor tienen que leerse con otra mirada.