Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Esta antología presenta no sólo al historiador que fue Edmundo O'Gorman, sino a una de las inteligencias más vigorosas, lúcidas y originales del siglo XX mexicano; al escritor, cuya pluma le valió Premio Nacional de la Lengua ; al pensador, en suma, en el sentido más amplio y generoso de la palabra. Aquí el lector encontrará algunas de las mejores páginas de quien se cuenta entre los mejores ensayistas de la lengua española. No es accidental que O'Gorman, para quien la obsesión academicista amenazaba con aniquilar la originalidad y clausura toda posibilidad de discusión, encontrara su medio predilecto en el ensayo, que hace de la indeterminación virtud y apertura al diálogo. Más que la obra de un historiador para historiadores, estamos ante un discurso crítico de amplias miras que fustiga esa permanente tentación de fugarse de la historia, de crearse mitos para refugiarse en ellos de la vida. Es un llamado, que vale para toda generación, y quizá con mayor razón para está, a afrontar el pasado como lo que fue y el presente como lo que es: riesgo e indeterminación, con la responsabilidad frente al porvenir que ello implica. Es la historia como apertura de la conciencia.