Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
Controvertida como su vida, la obra de Salvador Díaz Mirón no es inequívoca. Para quienes conocen su poesía, hay tres etapas en las que se suele clasificar. La primera, influida por Victor Hugo --a quien tradujo-- y por la escuela del romanticismo, es la expresión más sutil de su estilo, en la que se ciñe a los metros y a las formas, a la musicalidad y a un vocabulario elaborado; en ella destaca su poema "A Hidalgo". Su segunda etapa viene después de su encarcelamiento en 1895, luego del duelo fatal con Federico Wolter, que inspiró el poema "Oración del preso". Esta etapa resalta por una nueva rigidez formal que se sirve de sonetos, liras y espinelas; deja ver entonces, como en su oficio periodístico, sus preocupaciones sociales y la necesidad de justificar su carácter temperamental. En "A Glora" se observa a sí mismo: "semejante al nocturno peregrino / mi esperanza inmortal no mira el suelo, / no viendo más que sombra en el camino, / sólo contempla el esplendor del cielo". En su última etapa como poeta, antes de que sus decisiones políticas lo llevaran al exilio, Salvador Díaz Mirón buscaba no repetir ninguna vocal acentuada en un mismo verso, no repetir palabras y unir registros grandilocuentes con vocabularios familiares. De expresión compleja, siempre buscando el brillo formal y la expresión inusitada, los mejores poemas de Salvador Díaz Mirón, en orden cronológico, están contenidos en esta antología, los mejores poemas escogidos del "lisiado trágico", como lo llamó, con justa razón, su biógrafo José Manuel Benítez.
Libros relacionados
Importancia de llamarse Ernest, La / Fantasma de Canterville, El