Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En 1918, Chesterton redactó algunos artículos para el New Witness, serie a la que llamó La superstición del divorcio y que no sería publicada en forma de libro sino hasta 1920. Su proyecto incial era escribir un panfleto y, como él mismo apuntó, un panfleto "sólo puede sobrevivir cuando no tiene éxito". Gracias a su afán más ensayístico, esta obra sobrevivió. Su espíritu expresa nítidamente su voluntad por oponerse a la corriente de las ideas más populares: si el matrimonio había caído con tanta facilidad en desprestigio, tenía que pronunciarse a su favor. De ahí vino su célebre frase: "Si las personas pueden separarse sin ningún motivo, también pueden unirse sin ninguna razón". Pero no se trata de un libro avocado a la naturaleza sacramental de la unión conyugal; antes bien, busca argumentar su significado histórico y social. Por lo demás, no hay nada que garantice que si el matrimonio es un facaso, el divorcio no lo sea menos. "Divorciarse es -hablando literalmente- descasarse, y resulta a todas luces absurdo deshacerse de algo que ignoramos si está hecho." G.K. Chesterton le dio a este ensayo literario una de sus dimensiones más inglesas: argumenta y persuade sin que sea posible saber si se está hablando en serio.