El 12 de diciembre de 1794, fray Servando Teresa de Mier manifestó en su sermón que el culto a la Virgen de Guadalupe había sido traído a la Nueva España, mucho antes de la Conquista, por el predicador santo Tomé, dueño original (y no Juan Diego) de la capa en que está plasmada la imagen de la Virgen. Dichas aseveraciones ocasionaron que el arzobispo Alonso Núñez de Haro lo expatriara y enviara a España por diez años, prohibiéndole instruir, predicar y confesar. Es este episodio el que marca el inicio de Memorias, en que se leen desde la fundada defensa de fray Servando a su discurso hasta las terribles e insólitas vicisitudes que le acontecieron en su afán de volver a México y las que acaecieron en cuanto llegó. A ello se suma una gran variedad de peculiaridades de la Europa (sobre todo de España, Francia e Italia) del siglo XIX: las costumbres, la vida religiosa, la situación política, la corrupción, la aristocracia española e incluso la ciega confianza del virrey en sus subordinados.