Hugo Roca Joglar es un cronista con oído de compositor electróacústico y tacto de amante en su última noche. Enamorado de la idea vampiresca de libar los sentiminetos de sus personajes reales, es un explorador de afectos en medio de una sociedad deshumanizada.
Como paliativo ante la impotencia de lo que él llama "estos terribles días mexicanos", en Días de jengibre narra un beso de tres; se deja afectar por la complicidad fíisica de la infancia; traza el mapa rítmico d un clítoris que crece, y se atreve a hacer sonar la Tercera Sinfonía de Mahler en la desolación etílica de una cantina de Irapuato, donde despierta historias de amor y decadencia mientras el municipio se convierte en la metáfora del clasisimo enquistado de este país.