Antonio Riestra crea poemas
cargados de misterio, que se leen
como se contempla el espectáculo
del fuego: con una mezcla de
deslumbramiento y ansia por ver un
poco más; poeta y lector se miran
de frente allí donde los versos son
imágenes puras y desarrolladas,
pero a la vez con un mensaje claro,
como palabras sueltas de una carta
ajena que uno quizá no entienda
del todo, pero reconoce dirigidas
hacia alguien más, distinto a
nosotros, pero que todos podríamos
ser.