Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
El papel nos enfrenta, desde las primeras letras, a un
diálogo callado y solitario con nosotros mismos. Cuadriculado para las operaciones
matemáticas; pautado para que en él se
posen las notas como aves; blanco, para enfrentarnos al horro y el placer del
vacío. El papel vacío defendido por la
blancura, como exigía Stéphane Mallarmé.
De la elección del lado oscuro o luminoso de la fuerza depende el
destino que demos al papel, el homenaje que rindamos al utilizar esa invención
que forma parte esencial de nuestra vida.