Convencida de que es lo mejor para ambos, Gisele decide romper la promesa que le hizo a Matt y retrasa su regreso. La separación será dura para ella, sin embargo, lo será mucho más para él, ya que esperaba desesperadamente su vuelta para recibir su apoyo durante el proceso de su enfermedad.
Una vez en casa, Gisele se encuentra con un Matt muy diferente del que se desvivía por amarla. Su actitud es seca y distante, y no tiene intención de ponérselo fácil cuando ella decide recuperarlo. Se sintió decepcionado cuando lo abandonó y se niega a aceptarla de nuevo en su vida.
Sin embargo, la tensión sexual entre ambos no ha cambiado, y cuando la pasión estalla, logran acercar posturas. Dudas, resentimientos y un intenso amor los encadena... ¿Podrán olvidar el daño que se han hecho y disfrutar de la relación que siempre han anhelado?
Descubre el desenlace de la desgarradora historia de amor entre Matt Campbell y Gisele Stone.
Muchos siglos atrás -justo al amanecer- la bruma se alzaba sobre la llanura aluvial de Coatzintla. Una mañana fresca y húmeda que comenzaba junto al fuego del hogar. Apoyada sobre el fogón se hallaba una pequeña vasija de forma extendida. El barro arenoso había sido cubierto con un baño muy delgado de pintura blanca y el borde terminado con pinceladas de color rojo. Sobre el fondo requemado se dejaban caer -uno a uno- los panes de maíz.Sobre la tierra -a un lado de las brasas- se encontraba "sentada" una olla con agua. El cuello de la vasija no podía ser más alargado y el barro alisado del cuerpo se tornaba áspero en el fondo. Una banda de color rojo adornaba la base del cuello y otra más recorría el borde. En aquel lugar -junto a un pesado metate de piedra- se hallaban otras vasijas, todas de paredes altas y tan pulidas que brillaban al despuntar la primera luz del día. Las había pintadas de negro y con distintos tonos de rojo. Las anaranjadas probablemente habían sido traídas de la vecina ciudad de Cerro Grande, en la cuenca media del río Tecolutla; las otras eran producto de los alfareros de El Tajín. Aquel metate aún estaba húmedo y conservaba adheridos los restos del maíz molido al amanecer. En el patio había leña y se escuchaba el crepitar de las ramas al consumirse en el fuego. Llamaba la atención un enorme apaxtle de barro con dos grandes asas y un cuervo de plumas negras parado sobre el borde.