Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
José Zorrilla vivió en México entre enero de 1855 y junio de 1866. A lo largo de esos once años -que abarcan el último periodo de Santa Anna en el poder, la Guerra de Reforma, la invasión extranjera y la instauración del imperio de Maximiliano -el célebre autor de Don Juan Tenorio fue trabajando una relación cada vez más compleja en lo político y en lo emocional con su país adoptivo.Las impresiones de su estancia entre nosotros, junto con muchos otros episodios de la vida del poeta, fueron recogidas en Recuerdos del tiempo viejo, su autobiografía publicada entre 1880 y 1882. Hacía falta, para el público interesado en la historia nacional, una edición como ésta, de Pablo Mora, en la que se concentran y organizan las Memorias del tiempo mexicano que José Zorrilla evoca en una prosa sorprendentemente moderna.