En 1797 aaprecio en Holanda La nueva Justine o las desgracias de la virtud, seguida de la historia de Juliette, su hermana, Escrita por Donatien Alphonse Frocoise de Sade, esta monumental obra horrorizo al mundo como ninguna otra historia de la literatrura.
Quince días en las soledades americanas, como La democracia en América, se inscribe dentro de una tradición de narrativa de viajes inaugurada con la independencia de Estados Unidos. Los visitantes europeos atravesaban el océano para describir de primera mano el gran experimento social de una sociedad democrática creada ex novo, es decir, sin las ataduras de la tradición que constreñían a las naciones del Viejo Continente. Pero Quince días, a diferencia de La democracia, obra mucho más reflexiva y reposada, es un apunte vital de una extraordinaria frescura, que nos permite asistir en un presente imposible al proceso de colonización estadounidense. En este caso no el de las praderas del medio Oeste, popularizado y mistificado ad nauseam por el cine, sino el de los inabarcables bosques de la región de los Grandes Lagos. Se trata de un texto teñido de nostalgia y de un cierto fatalismo en el que se traslucen ya temas radicalmente contemporáneos, como esa preocupación tan actual por la fragilidad de la naturaleza o por la enorme capacidad del ser humano para transformar su entorno. Tal vez esa nostalgia por lo intocado y virgen no sea sino una metáfora inconsciente de su añoranza por el viejo orden social irremediablemente perdido, pero ello en vez de paralizar su percepción la agudiza, lo que da como resultado un texto de viajes extraordinariamente perspicaz y enormemente evocador.