Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Las peculiaridades que representan algunos personajes clásicos de la literatura rusa van de lo sublime a lo grotesco, de lo excéntrico a lo noble, de la redención a la autocondena. Goncharov tardó diez años en completar la historia de un indolente terrateniente ruso, exánime, indeciso y apático, cuya relación con su criado Zajar gira en todo a la inmovilidad antagónica entre amo y sirviente. Con Oblómov, Iván A. Goncharov perfiló una figura paradigmática de la modernidad: de del individuo incapaz de acercarse mínimamente a la felicidad, ya sea por indiferencia o por el simple terror que le tiene al mundo. En oposición al sujeto pasmado por su propia impotencia, aparece Stolz, hombre para el que la inacción es impensable y que es el único amigo de Oblómov. Si bien Stolz procura que Oblómov salga de las cuatro paredes de la inactividad, e incluso lo ayuda a conocer el amor, que llega a darle impulsos vitales por un momento, la indolencia regirá la vida de éste hasta el final. Oblómov, novela seminal, puede leerse desde varios ángulos: el psicológico, el literario y el social. El protagonista se convertirá en arquetipo del tedio justamente porque encarna uno de los caracteres más emblemáticos del siglo XIX. Para Tolstói, Oblómov fue simplemente una obra maestra.