En este breve tratado, extraído de Visión desde el fondo del mar, Rafael Argullol nos ofrece una alegoría filosófica sobre nuestra condición de extraños en el mundo y sobre la posibilidad de volver a ese estado mítico en que la naturaleza era un auténtico hogar: No sólo el hombre había sido expulsado del Paraíso, también Dios se había ido, dejándolo abandonado. El Paraíso permanecía deshabitado y desde entonces nos tentábamos, Dios y nosotros, con la posibilidad de regresar.