Evan Dara, maestro en diseccionar los males que aquejan el presente, firma esta divertida obra de tintes beckettianos donde el yo queda reducido a mero apéndice transaccional. Mose Eakins no está aislado, pero sufre un trastorno severo de incomunicación. Sus palabras no significan nada para nadie porque no están cargadas de intencionalidad mercantil. Y para la sociedad turboconsumista, todo lenguaje no dirigido a la venta, o no enfocado en la compra, es superfluo, insignificante y, por tanto, está vacío de contenido.