Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
EL 15 DE SEPTIEMBRE DE 1910, Porfirio Díaz celebró el Centenario de la Independencia sin darse cuenta del descontento que se agitaba a su alrededor. La insatisfacción en el campo por los despojos de tierras, la lucha obrera por mejores condiciones laborales, las aspiraciones de hacer de México un país democrático, todas estas movilizaciones, que despertaron la Revolución de 1910 y precipitaron en junio de 1911 el exilio en París del presidente Díaz, cerraron una importante página de nuestra historia, la del Porfiriato. Sabemos que la Revolución de 1910 alteró el orden social, político y económico del país, conocemos sus causas y a sus principales protagonistas; sin embargo, es inevitable preguntarse si este conflicto, tan significativo para la formación del Estado benefactor mexicano, podría haberse evitado. Entre otras respuestas, Pedro Salmerón y Felipe Ávila son determinantes al afirmar que no es posible hablar de una sola Revolución mexicana, sino de una maderista, otra zapatista, una más villista y la triunfante constitucionalista, cada una la continuación de múltiples luchas, movilizaciones y resistencias acumuladas a lo largo del siglo XIX y los primeros años del XX.