Muertes de aurora es una de las obras más conmovedoras que he leído. En un universo delirante, alcoholizado, opresivo, se desarrollan las historias de uno de los trabajadores petroleros que tiene como espacio vital del movimiento estudiantil de 1968. Pero lejos del canto épico y edificante, de la novela pedagógica y panfletaria, el autor construye en un ambiente sórdido, un laberinto sin salida, un espejo de la degradación no solo de la política sino de las relaciones humanas