Como casi todo virrey de la Nueva España, don Pedro Cebrián y Agustín, conde de Fuenclara (1687-1752), dejó testimonio de su persona por medio de un retrato que formó parte de la colección del Palacio Virreinal, hoy Nacional.José de Ibarra, uno de los pintores más prestigiados de su tiempo, fue el encargado de inmortalizarlo. Puede suponerse que existió una relación estrecha entre el virrey y el pintor o que Ibarra debió de tener un reconocimiento especial por parte del funcionario, ya que el conde de Fuenclara permitió a Ibarra utilizar su retrato como espacio para hacer una sutil declaración a favor del mismo pintor.José de Ibarra vio la luz el 26 o 27 de abril de 1685 en la ciudad de Guadalajara, reino de Nueva Galicia. Su padre, Ignacio de Ibarra, fue barbero de casta morisca (unión de mulato y blanca) y su madre, María de Cárdenas, era mulata libre. Así a José se le consideró "de color quebrado"; pero su condición de mulato no afectaría su destino como pintor. Con el correr de los años Ibarra sería tratado como "español" y a su nombre se le antepondría el "don", indicios de que la estratificación social novohispana era más flexible de lo que a veces se cree. Entre 1701 y 1703 la familia De Ibarra se estableció en la ciudad de México. No se tienen noticias de que haya estudiado pintura en algún taller de Guadalajara, a pesar de que la educación en este gremio se iniciaba a temprana edad. A decir verdad, existen pocos datos de su formación como pintor. En 1756, año en que muere, reconoció al también mulato Juan Correa, como su "maestro", lo que hace suponer que con él obtuvo alguna educación aunque inconclusa, pues queda patente una distancia estilística entre ambos.