Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Un logo, que también se conoce como marca, señal, sello o emblema, se produce y se aplica a diversas manifestaciones físicas (incluyendo banderas, pancartas o escudos), y aparece impreso, grabado o inscrito en todas las superficies con cualquier configuración y en diversos materiales en dos o tres dimensiones. Los logos son recipientes: no son buenos o malos, sagrados o profanos por naturaleza, sino representaciones simbólicas de lo que caracterizan. Pueden ser abstractos o figurativos, pero los logos representan una intención específica. En este sentido, los logos deben tener un fin o un objetivo definido: tienen que rebosar poder. La función de los logos consiste en llamar la atención, fomentar el reconocimiento y, si tienen éxito, provocar lealtad. Un logo sin carácter no es nada; debe ser ilustrativo, activo y enérgico.